domingo, 30 de septiembre de 2012

¿Cómo se hace la vida?

La vida se hace sorbo a sorbo, paso a paso, día a día; Se hace saboreando a Dios, caminándolo a lo ancho y a lo hondo, mirándolo a través de sus sonidos, palpándole a la perfección y desentrañandole la luz.
La vida se hace como trabajadora de su siembra, como obrera de sus palabras, como jardinera de sus flores, como cantora de sus prodigios ¡Justo cómo Él te mando a hacerla.


La vida se hace agitando el mundo que llevamos dentro y descubriendo el mundo que envuelve a los demás; se hace respirando a Dios con la fuerza de la naturaleza, con sabiduría de su gracia, con el impulso de sus pisadas que van tras nosotros para que no perdamos el camino ni se nos distraiga la luz.

La vida se hace sufriendo pero sin apagar nunca la vela encendida de la fe.

La vida se hace intentando amar por más impedimentos que haya, por más sueños rotos, por más lágrimas derramadas. Por que el amor tiene tanto que hacer en el mundo que no da tiempo ni espacios para odios ni rencores.

La vida se hace en el espacio de lo cotidiano con pequeños trozos de cada día, en ratitos en que encendemos la pasión, en vuelos que se emprenden con besos y sueños.
Velar o dormir, soñar o despertar, llorando o riendo, creyendo o dudando, a favor o contradiciendo, cayendo o levantándose esto es hacer la vida.

La vida no se hace para lucir, ni para exhibir, ni mucho menos para mostrarnos como en el escaparate de vanidad y focos de colores, confundiendo el significado de vivir con el significado de libertinaje dándole paso a los vicios y desenfrenos, atiborrados en mundos de plásticos y falsas creencias con personas vánales que contradicen y corrompen espíritus puros

La vida se hace en el recinto intimo, en ese taller de abeja trabajadora que llevamos dentro, en ese aguijón que extrae y regala; que profundiza y endulza. La vida se hace en el centro del trabajo de uno mismo con su esfuerzo silencioso, efectivo, constante, devoto y masivo; un esfuerzo que abre survos hechos para que no dejen de producir.  Hacer la vida no es diseñarla a nuestro antojo, ni concederla a nuestros caprichos; es estar siempre entre las puntadas de su tela y en el estambre de su tejido. Hay que caminar la vida, pues es la única manera de llegar. El tiempo hace su trabajo más el espíritu nunca envejece.

Hay que resolverla con lógica pero emocionándola con el espíritu e iluminándola con el alma. La vida se hace cuando das la mano y transmites corriente, cuando das una sonrisa y cuelas la luz, das un beso y cierras los ojos, te das a ti mismo y parece que encuentras el universo en tu interior.

La vida se hace compartiendo con aquellos que quieren que estés en la vidas de ellos, con esos que te contradicen por que sabes que erras en tus pasos, aquellos que están contigo en buenas o malas, que sufren contigo así sea cerca o lejanamente y te dicen ¡Estoy contigo! y la fuerza de un te quiero se denota en el fuego de sus ojos, o simplemente en la calidez de un beso; más aquella que siempre trae de regalo consigo sufrimiento, malas influencias y desagrado a tu vida, bien puedes abrirle la puerta para que salga y deje el espacio para quien realmente necesita ese lugar.

La vida se hace en el espacio de tu mundo, donde se libran las batallas de los demás. Se hace en el horizonte de ti mismo, donde vuelan tus sueños y las expectativas de los demás, en donde la frondosa siembra de tu tierra y en la raíz raquítica del huerto ajeno.

La vida se hace un regalo, sin seleccionar, ni preguntar, ni escoger... cumple con tu misión de dar y déjale a Dios el balance de lo que debes recibir, por que en ese libro de la generosidad y del esfuerzo y la entrega, se hace la vida.

1 comentario:

  1. Hermoso, te hace sentir en intimidad con el autor, traduces sentires muy profundos del alma...

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